La normalización de la comida basura y la percepción errónea de la alimentación saludable
- Luis Angel Carrillo
- 27 mar
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En la sociedad contemporánea, la comida ultraprocesada y con bajo valor nutricional ha alcanzado un grado de normalización preocupante. Este fenómeno ha llevado a que quienes optan por una alimentación balanceada sean percibidos como personas que están "a dieta" o que siguen un régimen restrictivo. El problema no radica únicamente en los hábitos alimenticios, sino también en la construcción cultural y social que ha favorecido el consumo de productos con alto contenido calórico, azúcares añadidos y grasas saturadas. Este ensayo analiza cómo se ha establecido esta normalización y cómo afecta la percepción de la alimentación saludable.

La influencia de la industria alimentaria y los medios de comunicación
La globalización y la industrialización de los alimentos han propiciado un incremento en el consumo de comida ultraprocesada. Según Monteiro et al. (2018), los productos ultraprocesados representan una parte significativa de la dieta moderna, desplazando el consumo de alimentos frescos y naturales. La publicidad y el marketing han jugado un papel determinante en este proceso, promoviendo productos altos en azúcares y grasas como opciones convenientes, accesibles y apetecibles.
Los medios de comunicación también refuerzan esta normalización al presentar la comida rápida como parte de la vida cotidiana. Según Nestle (2013), la industria alimentaria invierte grandes cantidades de dinero en estrategias publicitarias dirigidas a públicos vulnerables, como niños y adolescentes, promoviendo productos que carecen de valor nutricional. La comida ultraprocesada se ha vinculado a momentos de ocio, celebraciones y comodidad, lo que refuerza su aceptación social y la idea de que optar por alternativas saludables es una conducta excepcional.
La percepción de la alimentación saludable como restricción
El contexto social ha generado la idea de que una alimentación basada en frutas, verduras, proteínas magras y carbohidratos complejos es parte de un régimen dietético más que un estilo de vida. Según Pollan (2008), la cultura alimentaria ha evolucionado de manera que los alimentos altamente procesados se consideran la norma, mientras que una dieta basada en productos naturales es vista como una excepción. Esto se debe, en gran parte, a la abundancia y accesibilidad de los productos ultraprocesados en comparación con los alimentos frescos.
Además, el acto de rechazar ciertos productos suele interpretarse como una restricción autoimpuesta. En su investigación sobre hábitos alimenticios, Rozin et al. (1999) sugieren que la cultura occidental asocia la comida con el placer inmediato y el confort, por lo que cualquier cambio hacia una alimentación más consciente es percibido como una renuncia a estos beneficios. Así, cuando una persona elige alimentos saludables, su entorno tiende a interpretarlo como una dieta temporal y no como una decisión basada en el bienestar.
Consecuencias en la salud y el comportamiento social
La normalización de la comida basura y la percepción errónea de la alimentación saludable tienen repercusiones tanto a nivel individual como colectivo. Según la Organización Mundial de la Salud (2021), las dietas altas en ultraprocesados contribuyen al aumento de enfermedades no transmisibles como la obesidad, la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares. A pesar de estas advertencias, la cultura alimentaria dominante sigue favoreciendo el consumo de estos productos.
Por otro lado, el estigma social asociado a la alimentación saludable puede disuadir a muchas personas de adoptar hábitos más equilibrados. De acuerdo con un estudio de O’Keefe et al. (2016), quienes eligen opciones saludables en entornos sociales pueden ser percibidos como moralistas o exagerados, lo que genera presión para conformarse con los hábitos alimenticios predominantes. Esto demuestra que el problema no solo es nutricional, sino también cultural y social.
Impacto en la calidad de vida de los mexicanos
El consumo excesivo de comida chatarra en México ha tenido repercusiones significativas en la salud y calidad de vida de la población. Más del 50% de los mexicanos consume alimentos chatarra varias veces por semana, y un 13% los consume diariamente (Gobierno de México, 2023). Este patrón alimenticio ha contribuido a que el país se posicione como el principal consumidor de productos ultraprocesados en América Latina, con un promedio de 214 kg per cápita (Gastrolab, 2021).
Las consecuencias de estos hábitos alimenticios son evidentes en las estadísticas de salud pública. Se estima que para 2035, el 56% de la niñez mexicana sufrirá de sobrepeso, lo que incrementará la prevalencia de enfermedades crónicas como la diabetes y reducirá la esperanza de vida de las futuras generaciones (El País, 2025). Además, el 12% de la población mexicana presenta insuficiencia nutricional debido al consumo de comida chatarra, afectando principalmente a comunidades rurales donde se observan casos de anemia y déficits de micronutrientes (Alianza Salud, 2023).
Estas problemáticas de salud también tienen un impacto económico considerable. Los costos asociados a enfermedades derivadas del consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas se estiman en 555,794 millones de pesos anuales (Alianza Salud, 2019). En respuesta a esta situación, el gobierno mexicano ha implementado medidas como la prohibición de la venta de comida chatarra en las escuelas a partir de marzo de 2025, con el objetivo de fomentar hábitos alimenticios más saludables entre los estudiantes y reducir la prevalencia de obesidad infantil (El País, 2024).

Conclusión
La normalización de la comida basura es un fenómeno que ha sido impulsado por la industria alimentaria, los medios de comunicación y la cultura del consumo. Como resultado, la alimentación saludable ha sido erróneamente asociada con restricciones y regímenes dietéticos. Este problema tiene implicaciones significativas para la salud pública y el comportamiento social, lo que resalta la necesidad de una mayor educación alimentaria y cambios en las políticas de promoción de la salud.
Para contrarrestar esta tendencia, es esencial fomentar un entorno en el que la alimentación equilibrada sea vista como la norma y no como una excepción. Esto requiere la colaboración entre gobiernos, instituciones educativas y la sociedad civil para implementar estrategias que promuevan el acceso a alimentos saludables y desnormalicen el consumo de productos ultraprocesados.
Además, la concientización sobre los efectos de la comida chatarra en la salud debe ser reforzada en todos los sectores de la población, incentivando hábitos sostenibles y mejorando la calidad de vida a largo plazo.
Referencias bibliográficas
Monteiro, C. A., et al. (2018). The UN decade of nutrition, the NOVA food classification and the trouble with ultra-processing. Public Health Nutrition, 21(1), 5-17.
Nestle, M. (2013). Food Politics: How the Food Industry Influences Nutrition and Health. University of California Press.
Pollan, M. (2008). In Defense of Food: An Eater’s Manifesto. Penguin Books.
Rozin, P., et al. (1999). Attitudes to food and the role of food in life in the USA, Japan, Flemish Belgium and France. Appetite, 33(2), 163-180.
Organización Mundial de la Salud. (2021). Dietas saludables y prevención de enfermedades no transmisibles. OMS Publicaciones.
O’Keefe, L. M., et al. (2016). The stigma of healthy eating: Social judgments of those who follow a healthy diet. Journal of Health Psychology, 21(8), 1607-1617.
Gobierno de México. (2023). Alimentos chatarra y su impacto. gob.mx.
Gastrolab. (2021). México y el consumo de comida chatarra. gastrolabweb.com.
El País. (2025). México y el futuro de la obesidad infantil. elpais.com.
Alianza Salud. (2023). Impacto de la comida chatarra en la nutrición. alianzasalud.org.mx.
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